Las campanas no doblan por los negros cubanos
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Fecha

30 Jun, 2020

Autor

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por Ana Leon . Tomado de Cubanet

LA HABANA, Cuba. – Cuando se produjo la muerte de George Floyd y los medios de prensa a nivel mundial se hicieron eco del suceso, enfatizando los conflictos de la sociedad estadounidense y poniendo en tela de juicio la libertad de acción que allí se permite a los policías para responder ante sus propios ciudadanos, muchos cubanos se pronunciaron acerca del violento episodio. Lo discutieron ampliamente en las interminables colas; los intelectuales publicaron decenas de artículos; los artistas hicieron nuevas obras y el que ni fu ni fa por lo menos se enteró del suceso, y de que la opinión pública tenía en ascuas a la Casa Blanca con el tema del racismo y el abuso policial.

El pasado 24 de junio el joven Hansel Ernesto Hernández Galiano fue asesinado de un disparo por un policía en el municipio Guanabacoa. Hasta el momento no se ha producido ningún reclamo de justicia fuera del círculo familiar del occiso y algunas voces críticas hacia el régimen, que han cuestionado enérgicamente las nebulosas versiones sobre los hechos que condujeron a la muerte del muchacho.

De golpe han enmudecido casi todos los que realizaron el performance de un minuto sin aire por George Floyd, para experimentar en carne propia algo remotamente parecido a su agonía. La crema y nata de la intelectualidad cubana ha seguido en lo suyo sin inmutarse, pues qué podría significar la vida de otro joven negro asesinado para quienes estuvieron de acuerdo con el fusilamiento de los tres secuestradores —también negros— de la lanchita de Regla, en el año 2003.

Varias personas, al ver la foto de Hansel Ernesto, han dicho exactamente lo mismo: “se ve que era metralla”. Y con eso basta para condenarlo. Es una aseveración que trasciende la problemática racial para revelar que en Cuba existe una peligrosa conformidad hacia la aplicación sumaria de la ley, alterando el debido proceso, y un miedo castrante que conduce a la anulación de la propia conciencia para no somatizar la tragedia nacional.

No faltan quienes alegan que el joven, por su condición de exconvicto y presumible tendencia a la violencia, merecía el disparo. Paradójicamente, el extenso récord criminal de George Floyd nunca fue objeción por parte de quienes defendieron su derecho a la vida desde Cuba, y que hoy se muestran indiferentes ante la muerte de Hansel Ernesto, argumentando que era un delincuente y que quienes lo defienden “son gusanos o delincuentes igual que él”.

La televisión cubana que usó la muerte de Floyd todos los días en cada noticiero para hacer campaña contra el sistema estadounidense, no ha dedicado ni un breve apartado a la muerte de Hansel Ernesto o al juicio de los policías que violaron a dos menores en Marianao. Los detalles de ambos casos se han dado a conocer a través de la prensa independiente y las redes sociales, solo para hacernos sentir aún más indignados con la incongruencia de que la misma policía que en 2017 se quedó de brazos cruzados mientras un hombre mataba a cuchilladas a su mujer —teniendo al agresor a tiro—, hoy asesine a un joven a sangre fría, supuestamente por haber robado una lámpara.

Mientras los opositores políticos son condenados en juicios sumarios a penas desproporcionadas, los dos policías que abusaron de su autoridad y asaltaron sexualmente a dos adolescentes, merecieron condenas de 6 y 8 años que probablemente no cumplirán en su totalidad; y solo después de un juicio tenso y parcializado en favor de los victimarios.

Las campanas no doblan por los negros cubanos. Negras las niñas que murieron bajo escombros en enero pasado. Negro el opositor Silverio Portal que languidece en prisión con peligro para su vida. Negros Luis Manuel Otero y Maikel Osogbo, que hace dos semanas fueron golpeados por varios policías durante un arresto porque el segundo se había bajado el nasobuco para comer un pedazo de pan. Negras las menores violadas en Marianao. Negro Hansel Ernesto, cuyo cadáver aún estaba fresco cuando una ciberclaria divulgó las presuntas actividades criminales del joven, en un gesto vil para justificar su asesinato a manos de un agente del orden público, en circunstancias no esclarecidas.

En Cuba hay discriminación de todo tipo, abuso policial, violencia de género y un largo etcétera que nos equipara al resto del mundo. Lo que no tiene Cuba es una sociedad civil que alce su voz sin miedo para condenar la injusticia y exigir transparencia a un régimen que en lugar de visibilizar a través de los medios de comunicación los problemas que afectan a sus ciudadanos, dedica espacio a la futura paternidad de Elián González, esa criatura que tanto costó y le sigue costando a Liborio.

Este presente ominoso que se dispone a empeorar, es consecuencia directa de nuestra falta de previsión durante las consultas populares previas al referendo constitucional. Discutiendo el ser o no ser del matrimonio igualitario, fueron relegadas cuestiones medulares para la sociedad en general y la trampa se cerró con todos nosotros dentro. El poder absoluto de decisión, gestión y ejecución permaneció en manos de un régimen aupado sobre la violación sistemática de los derechos de sus ciudadanos. Éstas son las consecuencias.